

Alba Feixas
22 May 2022
Señalan que el problema no es de regulación, es de vigilancia y de mantener en vigor la normativa.
Domingo, dos y media de la tarde. Un sol de justicia y la temperatura del mercurio en aumento. Sombrillas, alguna que otra persona se da un buen chapuzón en la playa, otros aprovechan bajo la sombra para comer tortilla de patata, un poco de ensaladilla o unos bocatas y disfrutar de los primeros días del verano adelantado en la Costa Tropical. Un remanso de paz y olor a protector solar y verano que de repente es interrumpido por tres motos de agua que no dejan de deambular cerca de la línea de costa haciendo zigzags.
No muy lejos de allí, una pareja de mediana edad recoge sus bártulos con la intención de volver a casa después de haber pasado parte de la mañana en la playa, "todos los años igual, se creen los dueños de la playa", espeta él, mientras ella asiente resignada e intenta grabar un vídeo con el móvil. El malestar con las motos acuáticas ha ido en aumento a la par que estas se iban incrementando en número en todos los rincones de la Costa de Granada, pero especialmente en Almuñécar y La Herradura.
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